Historias

HISTORIAS: ¡Bere, ayúdame!

 

En la juventud uno cree que es capaz de hacer cualquier cosa, que el mundo es tuyo. Que nada te puede detener.

Pienso que es una de las épocas más interesantes que experimenta el ser humano. Empieza a descubrir tanto situaciones, lugares y sobre todo personas, con quienes se empieza a relacionar más creando fuertes vínculos.

Es maravilloso tener amigos con los que puedes contar para todo.

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Cuando Beto no se quedaba con nosotras en la escuela, solíamos hacer tonterías, literal, tonterías. Teníamos cada ocurrencia que de milagro no nos rompimos algo.

A mi se me hacía fácil tomar riesgos, confiaba en mi condición física, ya que cuando era pequeña, siempre destaqué en los deportes, no tenía problemas en las clases de Educación Física, las cuales, eran mis favoritas.

Durante la secundaria, participaba en todos los equipos de deportes: volleyball, futbol y basketball (en donde fui capitana 1 año), durante la preparatoria seguí practicando deportes e incluso entré al club de cheerleaders, practiqué la charrería… En fin, sentía que podía hacer lo que se me ocurriera o lo que me retara Bere a hacer.

Cabe mencionar que la sensación que tenía de protección al estar con ella, me impulsaba a hacer “locuras”. Bere era mi mejor amiga y sabía que podía contar con ella, pasara lo que pasara. Eso me hacía sentir muy bien, pues había pasado mucho tiempo desde que sabía que podía contar con alguien.

En una ocasión, caminando por el área de las canchas, Bere y yo nos dimos cuenta de un árbol muy alto, a un costado de él, se encontraba una banca… Pensamos en subirnos al árbol…

Fue fácil el subirme, pero el bajar… ¡se me complicó completamente! (Bere se quedó abajo, me sacó varias fotos y según nosotros hicimos una secuencia de mi caída del árbol, pero ésa es otra historia).

Cómo Moisés y yo nos llevábamos bien, y el también estaba en el horario vespertino, se nos hizo fácil el mandarle mensajes para que me ayudara a bajar, sin embargo, el contestó: “Estoy en clases, no puedo salir”.

Entonces le dije a Bere: “Ayúdame”, me contestó con su tono burlón: “Bueno, en vista que aquel no vendrá, ya que… Trataré de sujetar fuerte la banca para que te bajes por ahí” le respondí: “Gracias, por favor no la vayas a soltar”.

Yo estaba sentada en la rama más cercana a la banca, giré tratando de sujetarme de la rama y tratar de abrazar el tronco del árbol… me ganó mi peso y me raspé toda la barriga, pero alcancé a pisar la banca y no caer hasta el piso…

Me quedé tirada en el pasto mirando hacia el cielo… Bere comenzó a reírse y también se acostó a un lado de mi… “Gracias”, “No hay de que… aunque te viste muy chistosa bajando del árbol de esa manera”.

Momentos después le contamos a Moisés de nuestra locura… bueno, mía.

Otra ocasión, rumbo a las maquinitas, Bere y yo encontramos un carrito de la Mega casi en la salida de la FES, lo tomamos, subimos nuestras mochilas y caminamos un poco… Rumbo a la plaza, hay una bajada con curva…

Como si pensáramos lo mismo, nos miramos diciéndonos “¿Lo hacemos?”, asentimos con la cabeza: me subí al carrito y Bere lo conducía.

Nos cercioramos que ningún conductor fuera a pasar por el lugar y sobre todo, nos fijamos que no hubiera policías: ¡Bere tomó impulso antes de llegar a la bajada y nos aventamos!

Al llegar a la curva, tratamos de mover el carrito con nuestros cuerpos para no golpear la banqueta y salir disparadas. Aquel viaje en carrito de supermercado fue de las cosas más graciosas y extrañas que he hecho.

La fuerza que tuvo el carrito nos llevó casi a la esquina de la entrada de la Comercial Mexicana. Nuestra risa nos delató, reíamos de emoción, de nervios, de la adrenalina, la gente que estaba cerca, nos observó extrañada.

Lo malo de la situación es que nos vio un vigilante y ya no pudimos aventarnos más, pero cada vez que veíamos un carrito cerca de la salida de la FES lo ocupábamos para llevar nuestras mochilas.

En otra ocasión, paseábamos en la plaza, vimos que unas de las “islas” que estaban en el pasillo estaba adornado con globos, Bere dijo: “Están geniales esos globos. Quiero uno”, jugando le contesté “pues tómalo”.

Acto seguido, Bere lo tomó, me dio uno y me dijo: “Pues vámonos, ¿no?”. Me sorprendí por su actitud, me tomó con una mano y con la otra empujó a Beto para que siguiéramos con nuestro recorrido.

Bere se llevó el globo caminando durante toda la plaza, yo lo solté porque sabía que estaba mal.

Después de unos momentos, un vigilante de la plaza nos alcanzó y nos dijo que uno de los comerciantes se había dado cuenta que Bere había tomado los globos. Bere le contestó: “¿Se refiere a éste globo?” y antes de que el policía pudiera asentir, ella soltó el globo y le dijo: “¡Oops!, ya no lo tengo. Lo tendrá que ir a alcanzar al techo de la plaza”.

En efecto, el globo que estaba inflado con helio, flotó hasta atorarse en el techo de la plaza. El policía no supo como reaccionar ante el comportamiento de Bere. No supo si enojarse, reír o detenerla. Ése tipo de respuestas o acciones era típicas de ella…

Por nuestra parte Beto y yo estábamos súper avergonzados con el policía teníamos planeado pasar más tiempo dentro de la plaza pero mejor nos fuimos a la escuela a matar las horas.

Durante el trayecto, Bere nos contó que desde que era pequeña siempre fue así:

Bere: Les contaré, cuando tenía como 4 o 5 años, mi mamá me había sacado al parque, yo jugaba en el pasto mientras ella me miraba sentada desde una banca. Corté varias flores y se las llevé a mi mamá. Ella me dijo que no hiciera eso, pues les dolía y no se imaginarán qué le contesté… Si mamá, escucha como lloran! Buahhh, Buaahh, Buaaaahhh. Mi mamá no supo que decir después de mi comentario.

Beto y yo nos miramos, él le contestó: “Ahora todo tiene sentido…”

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